Naveena Sadhu1*
El cáncer de endometrio es el cáncer ginecológico más común que se observa en las mujeres en la actualidad [1]. Es más frecuente en los países de altos recursos, pero su incidencia está aumentando en los países de bajos recursos como resultado del aumento de la grasa y la mayor longevidad. Tradicionalmente, el carcinoma se clasifica según el subtipo de anatomía microscópica, pero recientemente, gracias al Atlas de clasificación del cáncer (TCGA), se ha recomendado una clasificación basada en moléculas gracias a su mejor pronóstico [2]. El cáncer de endometrio es curable, especialmente en las primeras etapas. La anatomía microscópica endometrioide tiene un mejor pronóstico que las histologías no endometrioides. La cirugía es la base del tratamiento. La irradiación adyuvante y la terapia general desempeñan un papel en los casos seleccionados. El mapeo correcto de la extensión de la propagación del cáncer es vital para la aplicación adecuada del tratamiento local y/o regional. Aunque el carcinoma se estadifica quirúrgicamente, la identificación de la extensión de la enfermedad, en particular la propagación extrauterina, antes de la cirugía es vital para optimizar el diseño del tratamiento. Esto se ha acelerado gracias a tecnologías de imágenes médicas no invasivas, como la ecografía, los rayos X, la tomografía computarizada (TC), la resonancia magnética (RM), la representación gráfica por emisión de electrones (PET) y, cada vez más, imágenes corregistradas como imágenes similares. Más recientemente, se están empleando técnicas de imágenes intraoperatorias, como el mapeo del tejido linfático (SLN) de observación, para evitar una estadificación quirúrgica exhaustiva sin comprometer el tratamiento.