Ashley Nash
Las mujeres tienen la responsabilidad innata de tener hijos para mantener la sociedad a la que nos hemos acostumbrado. Antes de décadas más recientes, se creía que el único propósito de una mujer era dar a luz a los hijos y cuidar de ellos y de su marido en el hogar. A medida que se cuestionaron las normas de género tradicionales, más mujeres ingresaron al mercado laboral, pero esto no reemplazó su obligación de dar a luz a las generaciones futuras. Lamentablemente, no todos los embarazos terminan con un recién nacido sano y el impacto de un aborto espontáneo puede influir en el funcionamiento diario general de las mujeres que lo han sufrido. A medida que las mujeres continúan ingresando al mercado laboral, es fundamental que los empleadores creen políticas de protección en momentos de eventos traumáticos como un aborto espontáneo. La pérdida de un bebé no nacido no debe traducirse en una posible pérdida de salario y/o de un puesto de trabajo. Actualmente existe una política en vigor que protege el puesto de trabajo de una mujer después del nacimiento de su hijo, pero esta política no reconoce al 15%-20% de las mujeres que se quedan embarazadas pero no dan a luz a un niño vivo. La política propuesta en este artículo podría utilizarse como herramienta para reconocer el hecho de que los abortos espontáneos pueden debilitar a las mujeres que los sufren, afectando gravemente su capacidad para trabajar. Una mujer no elige abortar, y su seguridad laboral no debería reflejar su incapacidad para elegir ni castigarla aún más después de la pérdida de un bebé.