Jane B. Wang
La diabetes ya ha alcanzado proporciones epidémicas en 2010, con un estimado de 284,6 millones de adultos (de 20 a 79 años) en todo el mundo, lo que representa el 6,4% de la población adulta mundial. Sin embargo, la prevalencia de la diabetes ha aumentado un 15% desde 20072, y se estima que 438,4 millones de personas tendrán diabetes en 2030, un 54% más que en 2010 [1]. La diabetes está aumentando como resultado de problemas relacionados con el estilo de vida (como la nutrición, la falta de ejercicio y la obesidad), y ahora se reconoce como una de las principales causas de mortalidad y morbilidad. Las enfermedades cardiovasculares (ECV), los accidentes cerebrovasculares, la neuropatía, el deterioro renal, la retinopatía y la ceguera son consecuencias comunes de la diabetes. Más de un tercio de las personas nacidas en los Estados Unidos en el año 2000 tendrán diabetes 2, y la diabetes tipo 2 se está volviendo más común a una edad más temprana [2]. La creciente prevalencia de la diabetes y sus consecuencias, así como la aparición temprana de la enfermedad, incrementarían significativamente los costos actuales de la atención médica. Como resultado, la diabetes seguramente se convertirá en un desastre de salud pública mundial en el siglo XXI [3].