El hueso está organizado de forma jerárquica que le permite realizar sus funciones mecánicas, metabólicas/endocrinas, hematopoyéticas y protectoras. A nivel nanoescalar, el hueso es un material compuesto de colágeno, minerales, agua y una gran cantidad de proteínas no colagenosas. A nivel microestructural, el hueso puede ser laminar o no laminar y puede formarse de novo, por aposición directa (primario) o reemplazando hueso existente (secundario). Macroscópicamente, el hueso es compacto (cortical), de baja porosidad, o esponjoso, de alta porosidad. Esto crea varias superficies de las cuales se puede quitar o agregar hueso; éstas se denominan las cuatro envolturas esqueléticas (endocortical, perióstica, trabecular e intracortical). Debido a que es una entidad viva dinámica, el hueso también tiene su propio suministro vascular e inervación especiales. Estas características, junto con la cantidad de hueso y la calidad y organización del tejido, proporcionan al hueso su fuerza y resistencia a las fracturas.