La ciencia de transferir un injerto de una parte del cuerpo a otra o de un individuo a otro. El injerto puede consistir en un órgano, tejido o células. Si donante y receptor son el mismo individuo, el injerto es autólogo. Si el donante y el receptor son genéticamente idénticos, se habla de singeneidad. Si el donante y el receptor son otros individuos de la misma especie, el injerto es alogénico. Si el donante y el receptor son de especies diferentes, se llama xenogénico. En teoría, se puede trasplantar prácticamente cualquier tejido u órgano. Los principales problemas técnicos han sido definidos y, en general, superados. Los principales problemas que quedan se refieren a la seguridad de los métodos utilizados para prevenir el rechazo de injertos y la obtención de un número adecuado de órganos de donantes. Los donantes vivos también pueden proporcionar tejidos capaces de regenerarse; estos incluyen sangre, médula ósea y las capas superficiales de la piel. En el caso de un órgano vital y no apareado, como el corazón, es obligatorio recurrir a donantes cadavéricos. En la práctica, con excepción de la sangre y la médula ósea, la gran mayoría de los órganos trasplantados son de origen cadavérico, una necesidad que plantea difíciles problemas logísticos. El problema más grave que limita el uso de aloinjertos es inmunológico. Debido a que las células del injerto donante expresan en su superficie una serie de antígenos de trasplante determinados genéticamente que no están presentes en el receptor, los aloinjertos provocan una reacción defensiva análoga a la provocada por los microorganismos patógenos. Como consecuencia, después de un período inicial transitorio de aparente bienestar, la función del injerto se deteriora progresivamente y el tejido donante finalmente se destruye.